jueves, 7 de septiembre de 2017

El intérprete de los secretos

EL INTÉRPRETE DE LOS SECRETOS 


Cuenta Gertrud Bell una leyenda según la cual el joven Hafez, para conquistar a una muchacha, decidió pasar cuarenta noches en un lugar situado a cuatro millas de Shiraz, llamado Pir-e Sabz, porque allí se aparecía el profeta Jezr y concedía al que hubiera cumplido tal cupo de velas el don de la poesía. Aunque al llegar a la noche treinta y nueve la muchacha se le rindió, él siguió su ritual una vez más hasta que, en efecto, Jezr puso en sus manos la copa que contenía el agua de la inmortalidad. Será leyenda la leyenda, pero que Hafez pudiera posponer por un día el amor a la poesía es algo que se detecta en sus poemas, los cuales, en general de amor, son en primer lugar una creación literaria de gran magnitud. 

¡QUE SIGA LA COPA!

¡Oh escanciadora, haz que la copa siga la rueda y llegue a mis manos!
que el amor pareció primero fácil, después se presentó lleno de obstáculos.

El perfume que el viento de Saba liberar quiere de aquel bucle,
la onda almizclada de su lazo, ¡qué hervor en el corazón infunde!

La noche oscura y el miedo de la ola y el remolino pavoroso... 
¿Cómo saben los ligeros de carga de la costa nuestra suerte y modo?

Do mora el Alma1 de las almas, no es seguro para mí el recreo,
en tanto, sin cesar, la campanilla clama: preparad las literas del camello.

Si el mago anciano lo aconseja, la alfombra de oración tiñe con vino,
que el que sigue la vía no ignora las costumbres de las etapas ni el camino.

Por egoísmo, toda mi obra alcanzó mala fama en el extremo último.
¿Cuándo el secreto que convoca tertulias, puede quedar oculto?

Si una presencia ansias, Hafez, no ausentes tu persona:
cuando la vista alcances del que anhelas, el mundo deja y abandona. 

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