UN MUNDO DE ALIMAÑAS
Vivimos totalmente
manipulados por los medios de comunicación que pretenden que nos conformemos
con una limitada exposición de su versión de los hechos, omitiendo el origen de
los mismos. Si alguien hurga más allá es perseguido. La propaganda de Goëring
sigue viva.
Baste ver las
diferencias de juicios y calidad según la ideología del medio. Y sin embargo,
de entre todos, ni uno ha rebuscado en el meollo para localizar el germen.
Los terribles
sucesos acaecidos en Francia son una muestra más de nuestra estupidez. Muy
pocos han sido capaces de enfrentarse al maremágnum que clama contra el
terrorismo. ¿Terrorismo? ¿Unos asesinos que secuestran y matan a personas
inocentes son ahora terroristas? Una palabra más deformada a conveniencia de
los políticos, como “democracia” con la que nos llenan de ilusiones haciéndonos
creer que existe. Con la primera nos aterrorizan y completan el proceso
añadiendo “islamista” “yijadista” “musulmán” “fanático”, pero olvidamos los,
por desgracia, frecuentes ataques perpetrados por no musulmanes, que no se
catalogan como terrorismo por su origen occidental: las horrendas matanzas en
las escuelas de Estados Unidos, el terrible atentando de Noruega que se saldó
con 77 muertos perpetrado por un fanático cristiano, ruines asesinados de
negros por policías blancos…
Lamentablemente los
servicios secretos de los países de la OTAN han previsto compensar la pérdida
de la desaparecida la URSS como rival, con uno nuevo. El Islam ha servido
perfectamente al propósito. Para la nueva cruzada entronizaron y derrocaron
dictadores a conveniencia, bombardearon enclaves con hidrocarburos o
interesantes estratégicamente: Irak, Afganistán, Palestina, Siria, Pakistán…
invadieron, saquearon, fomentaron el odio…
No es hipotético que
la CÍA permitiera los atentados del 11 S en Estados Unidos, aunque sea tema
tabú. Los usaron para alimentar el racismo y la xenofobia de occidente,
aterrorizar a la población, mientras al otro lado, insistían en sus
impertinentes provocaciones. El propósito se logró, algunos imbéciles hacen
circular por la red falsas noticias sobre hallazgos de explosivos. La psicosis
colectiva se exacerba. Es un complot como lo fue la guerra fría para hacer
crecer las economías basadas en la venta de armas. El más lucrativo de los negocios,
capaz de hacer y deshacer imperios. Son estos gobiernos los verdaderos
terroristas, el virus. Los asesinos que genera son sólo la espada, la enfermedad.
Una vez creada la psicosis
nadie osará criticar la responsabilidad de los gobiernos que alientan el odio
entre dos bandos, revestidos de falsa religiosidad pero con el mismo ideario
fascista, retrógrado y criminal, los mal llamados “islamistas” y los racistas xenófobos
occidentales.
Así, con los
salvajes atentados, los gobiernos aprovechan para “reforzar la seguridad”, en
realidad un abusivo e innecesario recorte de libertades. Control de internet,
de los datos personales, evitar manifestaciones, leyes mordaza como la que
pretendió imponer Aznar para evitar criticar la actuación del gobierno español,
exhaustivos controles en aeropuertos…
Lo que Francia no
ha hecho es el examen de conciencia que sí se hizo en España cuando el 11M.
España se había manifestado contra una guerra, que efectivamente creó las
condiciones para fomentar la locura colectiva de unos débiles mentales que
programaron el ataque.
Las sátiras a los
fanáticos, tal y como reiteran los dibujantes franceses supervivientes, son efectivamente
parte de la libertad de expresión. Pero no han satirizado a los fanáticos sino que
se han burlado de las creencias de toda una comunidad a la que han catalogado
como fanática. Eso no es libertad de expresión, es falta de respeto a un
colectivo al que nos han enseñado a odiar por intereses políticos.
La barbarie es tan
inexcusable como el prescindir del examen de conciencia. Occidente no es un
precursor de paz, es un provocador. ¿Qué esperamos? ¿Que nos reciban con
flores?
El que a hierro
mata a hierro muere, desgraciadamente los que matan permanecen en su sillón
presidencial lamentando a distancia la barbarie, sin remordimientos. Son
capaces de encabezar manifestaciones, pero no de admitir su responsabilidad.
No seamos tan
ligeros a la hora de condenar lo que pretenden hacernos creer los medios
gestionados por gobiernos mentirosos. Porque al igual que yo soy Charlie,
también soy todos esos muertos bajo los drones norteamericanos, soy Ahmed,
Muhammad, Selima, Nour, Amina, Salma, Hadiyya, Ali, Omar, Jalil… soy todas esas
personas a las que restamos importancia aunque también hayan muerto porque les
han querido robar su libertad de expresión y de vida misma, pero que a miles de
kilómetros parecen ajenas, sobre todo a nuestros intereses.
El mundo occidental
vibra de escalofríos ante la barbárica masacre, pero no admitimos la responsabilidad
por nuestro terrible comportamiento contra inocentes.
En memoria de los
profesionales franceses asesinados y por todos aquellos que no aparecen en los
medios de comunicación occidentales.
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