Barbarie fascista en la Guerra Civil española
Por Antonio Liz
La explicación de que la Guerra civil española no fue una “guerra fratricida”, como gustan llamar a la Guerra Civil los historiadores “democráticos”.
Por Antonio Liz
Barbarie fascista en la Guerra Civil española
Aclaraciones previas
La Historia no es un museo de antigüedades. Si el resultado de la Guerra Civil hubiese sido otro, que el fascismo hubiera salido derrotado, nuestra historia social y política actual sería muy diferente. El hoy viene directamente del ayer. Estudiar el pasado no es un ejercicio académico sino social ya que el estudio de la Historia es para comprender las causas del presente, algo imposible si no se buscan las raíces del proceder de las clases sociales del ayer que tienen continuidad en el hoy.
Todavía hay en la actualidad aguerridos demócratas que se empecinan en llamarle a la Guerra Civil española “guerra fratricida” y se empeñan en equiparar la violencia cometida por “ambos bandos”. La guerra civil española no fue una “guerra fratricida” porque no fue un conflicto entre hermanos sino entre clases sociales antagónicas. Que en casos concretos hubiese miembros de una misma familia en el campo revolucionario y en el reaccionario no indica nada más que ni tan siquiera las familias extensas son homogéneas social e ideológicamente. Y en el caso de las familias nucleares, donde la homogeneidad social de partida entre padres e hijos es obvia, la pertenencia de alguno de sus miembros al campo contrario no fue un hecho fenoménico sino puntual, lo que sí fue muy común es que los fascistas asesinasen a padres e hijos de una misma familia trabajadora. Una nación está formada por diversas clases sociales que tienen diferentes intereses materiales y culturales por lo que es ahistórico reducir las luchas sociales entre ellas a una lucha entre hermanos ya que no hay hermandad posible en los antagonismos sociales. Que la Guerra Civil no fue una “guerra fratricida” y sí una guerra de clases nos lo informa de inmediato el hecho mismo del golpe de estado que se da cuando gana el Frente Popular las elecciones, no siendo ningún secreto que su base electoral era la clase trabajadora y que el miedo de los autoritarios y fascistas fue que aquello llevase a la revolución social. También nos lo informan los bandos de guerra, como, por ejemplo, el de Queipo de Llano en Sevilla y el de Yagüe en Badajoz, que prohíben “terminantemente el derecho a la huelga” con la explícita amenaza de que serán “pasados por las armas” los que lo incumplan. También nos lo dirá el Fuero del Trabajo, donde la huelga será delito de “lesa patria”, ejemplo claro de que encuadrar a la clase trabajadora bajo la férula del Estado corporativo era el objetivo del conflicto desencadenado por los golpistas. Otros muchos datos nos ilustran del carácter de la guerra de clases que fue la Guerra Civil española. Uno bien clarificador fue la represión que las columnas de terratenientes ejercitaron por Andalucía y Extremadura sobre el proletariado rural. De las víctimas conocidas de las matanzas de la provincia de Badajoz los jornaleros del campo eran prácticamente el 60 por ciento. Otro más, cuando las poblaciones rurales del sur, cuya masa jornalera había efectuado incautaciones de tierra, cayeron en manos de los golpistas las mujeres de los “rojos” fueron rapadas, violadas, fusiladas.
Esta gente fervorosamente democrática cuando habla de la violencia de “ambos bandos” elude la explicación causal de la violencia, la opresión y el golpe de estado, lo que lleva a asemejar el terror que impusieron desde el comienzo los golpistas con la violencia defensiva del campo republicano. La violencia de los reaccionarios y fascistas, además de ser apriorísticamente asesina, se dio para mantener a la mayoría social, la clase trabajadora urbana y rural, en la miseria económica y en la indigencia política. La violencia revolucionaria en el campo republicano fue siempre defensiva, una respuesta al golpe, a las matanzas, a los bombardeos y a las amenazas de los golpistas. Los reaccionarios y fascistas ejercieron la violencia de forma calculada, fría, institucionalizada, con el objetivo declarado de someter a la clase trabajadora a sus designios. Esto explica la política que el Estado fascista ejercitó durante toda la guerra y en la posguerra. Equiparar la violencia de “ambas bandos” encubre realmente el proceder conscientemente asesino de los golpistas sobre las “hordas marxistas”, la clase trabajadora y los republicanos.
NOTA: Prólogo del libro digital de Antonio Liz, Barbarie fascista en la Guerra Civil española que está completo en: antonioliz.wordpress.com
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