domingo, 20 de septiembre de 2015

1968


Las olimpiadas

Vió por televisión la apertura de los juegos de la XIX olimpiada  aún con el pavor que sufrió hace diez  noches. Minutos después abrió el libro y así pudo saber quienes fueron los criminales. En julio del 68 andaba también de teatrero en la capital y deambulaba por los cafés del centro. Por los diarios supo de una bronca grande entre estudiantes de las prepas de la unam y el poli, él era del poli de la Esia, de Zacatenco, de ingeniería, a la cachi cachi porra, pero también andaba en la onda del  teatro. Por esa bronca los granaderos entraron a las prepas y a las vocacionales, golpearon feo a profesores y alumnos.  Los estudiantes protestaron y se pusieron en huelga, los volvieron a golpear los granaderos y policías más feo hubo hasta muertos y detenidos, entonces la huelga creció. Se quedó sin clases y sin teatro. Por José Alcalá entró a una compañía de seguros a trabajar de calculista de pólizas frente a la alameda. El presidente se llamaba entonces Gustavo y mandó al ejército ocupar la universidad y el poli, el portón de la  prepa del centro la derribaron los soldados de un bazucazo y metieron golpeados a muchos estudiantes a las cárceles. Se creó un comité nacional de huelga y se pidió libertad a los presos políticos,  destitución de los jefes policiacos, desaparición de los granaderos, derogación del artículo 145 y 145bis del código penal sobre disolución social, indemnización por muertos y heridos víctimas de la represión y por último el castigo a los culpables. El 13 de septiembre hubo una gran marcha multitudinaria silenciosa, pudo verla desde el techo de un camión de la escuela sobre la plancha del zócalo, luego muchos se quedaron a acampar ahí. En la madrugada el ejército levantó a todos y se los llevaron golpeados y presos. Todo empeora para el movimiento de protesta. El 2 de octubre se hace un gran mitin en Tlatelolco y es atacado por soldados y policías a balazos y mueren muchos, otros muchos fueron presos y de alguna manera, raspado, logró salir. Todo había terminado. Dos días después salió de la capital rumbo al norte, el día 12 de octubre vió por el televisor la apertura en la capital de los juegos de la XIX olimpiada. La semana siguiente al leer un libro, sin haberlos buscado, conoció por fin quienes son los criminales, leyó en voz alta, como le recomendó su profesor de la primaria, pronunciando calmadamente las palabras: El gobierno del Estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa. Mientras exista la propiedad privada, vuestro Estado, aunque sea una república democrática, no es otra cosa que una máquina en manos de los capitalistas destinada a aplastar a los obreros, y cuanto más libre sea el Estado, con tanta mayor claridad se manifiesta este hecho. El Estado aparece como un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política. El Estado por regla general pertenece a la clase más poderosa, la clase económicamente dominante que se reserva el uso “legal” de la violencia. Al año siguiente en Broadway en Time Square, ante el público, envuelto en su personaje, con sinceridad declamaba:
To be, or not to be--that is the question: Whether 'tis nobler in the mind to suffer 
The slings and arrows of outrageous fortune Or to take arms against a sea of troubles And by opposing end them. To die, to sleep-- No more--and by a sleep to say we end The heartache, and the thousand natural shocks
That flesh is heir to. 'Tis a consummation Devoutly to be wished. To die, to sleep-- To sleep--perchance to dream: ay, there's the rub…

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