domingo, 27 de septiembre de 2015

La “hegemonía” de “Junts pel sí” como reflejo del “proceso catalán” y sus posibilidades/limitaciones

La “hegemonía” de “Junts pel sí” como reflejo del “proceso catalán” y sus posibilidades/limitaciones

Por Pedro Antonio Honrubia Hurtado
Si fuese catalán claramente votaría a las CUP, pero eso no me ciega la vista: no son las CUP sino “Junts pel Sí” quién ejerce como condición necesaria (aunque no suficiente) para que el “proceso” catalán pueda llevarse a cabo. “Junts pel sí” es el actor hegemónico en el soberanismo catalán y es quien está […]
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Si fuese catalán claramente votaría a las CUP, pero eso no me ciega la vista: no son las CUP sino “Junts pel Sí” quién ejerce como condición necesaria (aunque no suficiente) para que el “proceso” catalán pueda llevarse a cabo. “Junts pel sí” es el actor hegemónico en el soberanismo catalán y es quien está llamado a liderar cualquier movimiento en pos del pleno reconocimiento de la identidad nacional de Catalunya que pueda darse a partir de este mismo lunes. Existe un transfondo “populista” en “Junts pel Sí” que lo constituye como actor central en el proceso y que sirve para explicar su capacidad para mover amplias masas que se sienten identificadas con el “proceso” y hacer camino.
No es, pues, que los catalanes que van a votar a “Junts” se hayan vuelto locos de repente, no es que se hayan olvidado de la corrupción de CDC o de los brutales recortes de Mas, no. Es que en esa “coalición” el soberanismo catalán refleja mejor que en ningún otro espacio su propia historia reciente, es en ella donde se encarnan las principales y más características (hegemónicas) dinámicas políticas del nacionalismo catalán, a nivel institucional y a nivel de la sociedad civil, en estas últimas cuatro décadas: las recoge, las representa y les da forma, incluyendo dentro de ellas lo que ha venido sucediendo en estos últimos 3 o 4 años. “Junts pel Sí” es realmente una elaborada construcción de “unidad nacional” al estilo tradicional, que, a su vez, es fiel reflejo de lo que han sido las tendencias hegemónicas en el soberanismo catalán durante estas últimas décadas; fiel reflejo de los propios deseos del pueblo catalán.
El soberanismo catalán ha sido principalmente, en su componente hegemónico durante estas últimas décadas, conservador y de derechas, popular, sí, incluso con ciertos rasgos populistas evidentes, pero sustentado en su propia realidad material y estructural como pueblo y a raíz de ello impulsado por la burguesía y la clase media catalana, que han ejercido como elementos de cohesión a los que eventualmente se han podido sumar las clases populares mediante lo que política y sociológicamente ha implicado la existencia de una especie de “partido-régimen” populista (CiU-CDC) -a través del cual millones de personas han canalizado la defensa de su identidad y de su reconocimiento como pueblo-, o a través de fenómenos con cierto carácter progresistas como ERC, que, a cuenta gotas y desde una posición subordinada, ejercían de complemento y enganche para un sector de esas clases populares, pero sin salirse nunca de esos esquemas tradicionales. Y por eso la CUP, que no encaja en esas tendencias hegemónicas, no podía tener cabida en “Junts pel sí”: no era su lugar y no hubiera tenido sentido. Cada cual en su espacio, con los suyos, y la historia en el de todos. La organizaciones de la “sociedad civil”, por su parte, han sabido tejer su propio camino cuando ha sido necesario e impulsar sus propias iniciativas capaces de desbordar la propia labor de los partidos. Han conseguido articular un movimiento que, partiendo desde las clases medias y el catalanismo cultural-popular del que han hecho gala éstas, ha sido capaz de constituirse como movimiento transversal. Un movimiento de “unidad nacional” capaz de constituirse en primer lugar a nivel “civil” como paso previo a convertirse en “frente político”. Un movimiento que, en conjunto, ha desarrollado un desafío sostenido al estado en términos democráticos.
En Catalunya, por tanto, en consecuencia, en relación a esas posiciones simbólicas y estratégicas que su propia historia como pueblo ha otorgado a los diferentes actores del “nacionalismo” y/o del “soberanismo”, y esto seguro que va a hacer que me lluevan algunos palos por decirlo, no se dan actualmente las condiciones para la construcción de un movimiento “nacional-popular”, progresista y/o revolucionario, que abandere el proceso soberanista en marcha y mucho menos que fuese capaz de liderar una hipotética transición hacia la independencia, de la misma manera que en Andalucía no es posible la existencia de un nacionalismo de derechas o que pudiera darse un proceso similar abanderado por la burguesía andaluza (y ahí tenemos el ejemplo el 4-D al 28-F). Los catalanes, en su conciencia colectiva como pueblo -memoria compartida y tradiciones que le son propias como hegemónicas-, especialmente los soberanistas, lo saben y actúan en consecuencia. Y la hegemonía de “Junts pel Sí” es, precisamente, la demostración fáctica de esa imposibilidad.
El proceso catalán es un proceso impulsado por un movimiento de “unidad nacional” como tantos movimientos del estilo ha habido a lo largo de la historia en diferentes partes del mundo, pero en ningún caso es, en su formato actual, un proceso de construcción “nacional-popular” que pudiéramos considerar como “revolucionario” o “progresista”, del cual pudiera emerger, como resultado natural, la construcción de un nuevo sujeto político popular con aspiraciones rupturistas y transformadoras de la realidad social catalana. Incluso la CUP lo sabe (de ahí que se haya mostrado dispuesta, asumiendo la hegemonía de “Junts pel Sí”, a formar parte de un “gobierno de unidad nacional” no liderado por Mas).
El proceso catalán es, pues, y no pasa nada por decirlo -ello no le resta un ápice de validez e interés-, un proceso que tiene características principalmente liberales-conservadoras, y más tendente, en sus orientaciones principales y hegemónicas, a la derecha que a la izquierda.
En sus pretensiones inmediatas y en sus planteamientos más determinantes se expresa como movimiento interclasista, impulsado por la idea de un proyecto de “unidad nacional” en el cual la burguesía y las clases medias tienen un papel fundamental y de liderazgo en muchos sentidos (el rol central de CDC y de las llamadas “organizaciones de la sociedad civil”), e incluso necesariamente, como muestra de ello, debe “tragarse” sin rechistar a CDC y Mas, con sus corruptelas y con sus recortes a lo bestia, como forma necesaria para poder impulsarse y desarrollarse con garantías. Debe, en lo inmediato, “correr un tupido velo” sobre tan lamentables fenómenos políticos, puesto que sin CDC y lo que representa en el imaginario colectivo de Catalunya no sería posible afrontar, sumando el componente popular, un proceso de este tipo. Es más, hoy por hoy el espíritu de una hipotética República Catalana que pudiera nacer en las próximas fechas de una declaración unilateral de independencia -o por cualquier otro mecanismo legalmente reconocido por el estado-, si nace, se encarna principalmente en lo que representa “Junts pel Sí”, no en la CUP, y negarlo es absurdo. Que apoyemos a la CUP no quiere decir que debamos sobrestimar su peso real en la actualidad. Aunque, obviamente, a partir de ahí tal República tendría todo una historia por construir y las izquierdas podrían hacerse con el poder en algún momento.
Lo que, por otro lado, aunque no nos guste y no nos emocione especialmente, nos lleva también a concluir, en sentido inverso, que no podemos estar a favor del “proceso” (de este proceso tal y como es), de la lucha actual del pueblo catalán por el pleno reconocimiento, legalmente respetado, de su existencia como sujeto político nacional, con su correspondiente soberanía nacional y su correspondiente derecho a decidir libremente su futuro, y estar a su vez en contra de “Junts pel Sí”, entendiéndolo, por la presencia de CDC y Mas en sus filas, como una especie de “enemigo” del proceso (tal y como plantean algunas corrientes de la izquierda española). Eso es tanto como negar la propia realidad catalana y anteponer nuestros deseos a los hechos tal y como se han configurado de acuerdo a las propias características de la sociedad catalana, o directamente una forma de enmascarar nuestra oposición a tal proceso. Si apoyamos el proceso catalán actual, la lucha actual del pueblo catalán por su reconocimiento como sujeto político y por su soberanía, directa o indirectamente apoyamos a “Junts pel Sí”. Porque sin “Junts”, entendido como lo que ahora vemos que es, no hay proceso. Esto es, la experiencia de “Junts pel Sí” es algo que podía perfectamente no haberse dado, los diferentes actores que lo conforman podrían haber seguido su propio camino de forma “independiente”, pero de darse, como finalmente ha sido, se tenía que dar exactamente de la forma que se ha dado e integrar exactamente a los componentes que integra, a objeto de desempeñar, en este contexto de abierto desafío al estado, el papel de impulsor principal del proceso. Eso es lo que lo convierte en “actor necesario” de este proceso: Una vez que se ha constituido como “Frente de unidad nacional”, con estas características, ya es el centro el proceso. Y lo es, además, no como “partido” o como “coalición de partidos, sino como “movimiento populista” de masas. Tras “Junts pel Sí” se concentran, como una sola voz, los deseos de millones de personas que quieren que se reconozca a Catalunya como sujeto nacional de pleno derecho y que no van a parar de luchar democráticamente hasta conseguirlo, sin que parezca ya posible que tal movimiento pueda revertirse en tal pretensión.
Junts pel Sí, de hecho, como “movimiento de unidad nacional”, no es de derechas y no es tampoco incompatible con ciertas corrientes y tendencias progresistas en su interior, simplemente es lo que en el marco del soberanismo catalán hegemónico podía ser: fiel reflejo de sí mismo y de su propia historia reciente, incluso de la propia realidad material de Catalunya. Obviamente no nos tiene por ello que resultar de nuestro agrado esta opción política, pero hemos de ser conscientes de que, como decía al principio, “Junts pel Sí” es condición necesaria (aunque no suficiente) del proceso. Y los catalanes ya han demostrado que quieren proceso, así que quieren “Junts”. Y esta noche lo veremos.

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