sábado, 24 de enero de 2015

UN MUNDO DE ALIMAÑAS

 UN MUNDO DE ALIMAÑAS   




Vivimos totalmente manipulados por los medios de comunicación que pretenden que nos conformemos con una limitada exposición de su versión de los hechos, omitiendo el origen de los mismos. Si alguien hurga más allá es perseguido. La propaganda de Goëring sigue viva.

Baste ver las diferencias de juicios y calidad según la ideología del medio. Y sin embargo, de entre todos, ni uno ha rebuscado en el meollo para localizar el germen.

Los terribles sucesos acaecidos en Francia son una muestra más de nuestra estupidez. Muy pocos han sido capaces de enfrentarse al maremágnum que clama contra el terrorismo. ¿Terrorismo? ¿Unos asesinos que secuestran y matan a personas inocentes son ahora terroristas? Una palabra más deformada a conveniencia de los políticos, como “democracia” con la que nos llenan de ilusiones haciéndonos creer que existe. Con la primera nos aterrorizan y completan el proceso añadiendo “islamista” “yijadista” “musulmán” “fanático”, pero olvidamos los, por desgracia, frecuentes ataques perpetrados por no musulmanes, que no se catalogan como terrorismo por su origen occidental: las horrendas matanzas en las escuelas de Estados Unidos, el terrible atentando de Noruega que se saldó con 77 muertos perpetrado por un fanático cristiano, ruines asesinados de negros por policías blancos… 

Lamentablemente los servicios secretos de los países de la OTAN han previsto compensar la pérdida de la desaparecida la URSS como rival, con uno nuevo. El Islam ha servido perfectamente al propósito. Para la nueva cruzada entronizaron y derrocaron dictadores a conveniencia, bombardearon enclaves con hidrocarburos o interesantes estratégicamente: Irak, Afganistán, Palestina, Siria, Pakistán… invadieron, saquearon, fomentaron el odio…

No es hipotético que la CÍA permitiera los atentados del 11 S en Estados Unidos, aunque sea tema tabú. Los usaron para alimentar el racismo y la xenofobia de occidente, aterrorizar a la población, mientras al otro lado, insistían en sus impertinentes provocaciones. El propósito se logró, algunos imbéciles hacen circular por la red falsas noticias sobre hallazgos de explosivos. La psicosis colectiva se exacerba. Es un complot como lo fue la guerra fría para hacer crecer las economías basadas en la venta de armas. El más lucrativo de los negocios, capaz de hacer y deshacer imperios. Son estos gobiernos los verdaderos terroristas, el virus. Los asesinos que genera son sólo la espada, la enfermedad.

Una vez creada la psicosis nadie osará criticar la responsabilidad de los gobiernos que alientan el odio entre dos bandos, revestidos de falsa religiosidad pero con el mismo ideario fascista, retrógrado y criminal, los mal llamados “islamistas” y los racistas xenófobos occidentales.

Así, con los salvajes atentados, los gobiernos aprovechan para “reforzar la seguridad”, en realidad un abusivo e innecesario recorte de libertades. Control de internet, de los datos personales, evitar manifestaciones, leyes mordaza como la que pretendió imponer Aznar para evitar criticar la actuación del gobierno español, exhaustivos controles en aeropuertos…

Lo que Francia no ha hecho es el examen de conciencia que sí se hizo en España cuando el 11M. España se había manifestado contra una guerra, que efectivamente creó las condiciones para fomentar la locura colectiva de unos débiles mentales que programaron el ataque.

Las sátiras a los fanáticos, tal y como reiteran los dibujantes franceses supervivientes, son efectivamente parte de la libertad de expresión. Pero no han satirizado a los fanáticos sino que se han burlado de las creencias de toda una comunidad a la que han catalogado como fanática. Eso no es libertad de expresión, es falta de respeto a un colectivo al que nos han enseñado a odiar por intereses políticos.

La barbarie es tan inexcusable como el prescindir del examen de conciencia. Occidente no es un precursor de paz, es un provocador. ¿Qué esperamos? ¿Que nos reciban con flores?

El que a hierro mata a hierro muere, desgraciadamente los que matan permanecen en su sillón presidencial lamentando a distancia la barbarie, sin remordimientos. Son capaces de encabezar manifestaciones, pero no de admitir su responsabilidad.

No seamos tan ligeros a la hora de condenar lo que pretenden hacernos creer los medios gestionados por gobiernos mentirosos. Porque al igual que yo soy Charlie, también soy todos esos muertos bajo los drones norteamericanos, soy Ahmed, Muhammad, Selima, Nour, Amina, Salma, Hadiyya, Ali, Omar, Jalil… soy todas esas personas a las que restamos importancia aunque también hayan muerto porque les han querido robar su libertad de expresión y de vida misma, pero que a miles de kilómetros parecen ajenas, sobre todo a nuestros intereses.

El mundo occidental vibra de escalofríos ante la barbárica masacre, pero no admitimos la responsabilidad por nuestro terrible comportamiento contra inocentes.


En memoria de los profesionales franceses asesinados y por todos aquellos que no aparecen en los medios de comunicación occidentales.  

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